“El amor es lo que mueve el mundo” decía Kirmen Uribe en su
última novela.
El impulso último que insufla energía a todas las cosas es,
casi siempre, un acto de amor. Incluso aquellas más peregrinas, las que más
alejadas parecen de este sentimiento.
Amor fraterno de hermanos y amigos, ese abrazo cálido que se
da sin contraprestaciones. Amor paterno y materno de padre y madre para con sus hijos e hijas,
casi ciego, entregado al cien por cien.
Amor solidario para con el prójimo, cuando todo falla y sólo
queda tender la mano.
Amor empático, por verse reflejado en el otro, por sentir lo
que la mirada de enfrente siente.
Amor por las cosas pequeñas, por el trabajo bien hecho, por
el detalle.
Amor por la vida y todos sus matices, los atardeceres largos
de otoño, el estallido del amanecer en la primavera, el perfume del azahar, el
sopor vespertino de una siesta en verano, una paella al borde del mar.
Amor por la batalla, por la lucha, por la mejora por el
deseo de ser más, de ser distinto, de ser mejor.
Amor por esa banda sonora de tu vida que te acompaña
siempre, amor por los aromas de la infancia, amor por un recuerdo melancólico,
por una voz olvidada.
Amor por el primer amor.
Amor por la tierra de nacimiento y de adopción. Por el
terruño de uno en el que arraigaron sus primeros pasos y por el suelo que ahora
pisa.
Amor por tu pareja, esa a la que miras a los ojos y en la
que te reconoces desnudo y abierto en canal, sin nada que ocultar.
En este último mes he asistido a una serie de conferencias
organizadas por el Centro de Iniciativas Turísticas de Marbella y celebradas en
la Escuela de Alta Dirección Hotelera de les roches. Unas jornadas técnicas
sobre Comunicación Directiva por las que han desfilado algunos de los
profesionales más destacados del sector. Un lujo, sin duda. Más allá de lo
puramente profesional, que atesoro como un regalo, todos estos profesionales de primer orden
enviaban un mensaje nítido y claro. UN mensaje que habla de pasión, de amor por
lo que uno hace, de entrega.
En estos tiempos descreídos, hablar de pasión y de amor casi
resulta revolucionario.
Pues bien, esta firma de hoy es una declaración. Una
declaración de amor. Una revolución.
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