viernes, 25 de septiembre de 2015

Alzheimer

Nos azotó aquella enfermedad de nieblas. Y nos sumió a todos en el desconcierto, en el dolor de no verse reconocido, en la pérdida paulatina y atroz de una memoria única, personal, particular.

Los recuerdos de la posguerra, de los hospicios, de aquel eterno viaje a Santander, los recuerdos de sus hijos, de su hija, de su marido, de su primer nieto y de sus nietas venideras, los recuerdos de su Barakaldo natal, de su barrio de Rontegui.

A medida que se evaporaban sus imágenes, perdíamos nosotros una parte de la vida, de su vida que era también nuestra. Y verla invalidada cada día, sin recordar para qué servía un botón, por dónde se iba a casa de su hija, cómo se llamaba su amiga de la infancia, en qué calle estaba provocaba un desasosiego arrasador.

Luego se transformó en una niña grande, inquieta y traviesa, que jugaba con nosotros y con su enfermedad sin saberlo ni pretenderlo, que provocaba situaciones ciertamente cómicas en la tragedia, que permitía encauzar sus pasos hacia una momentánea vida mejor.

Y después vino un velo negro, una mirada apagada, un rostro vacío que no se reconocía a sí mismo.
El dolor de los próximos. La dureza descarnada de las decisiones racionales. El traslado a una residencia. La orfandad sin muerte.

Salíamos con ella a tomar café, paso a paso, despacito. Se lo tomaba con avidez, como una reminiscencia de sus querencias más poderosas. La acariciábamos, la hablábamos, la sonreíamos.

No llegó a conocer a Antonia, aunque Antonia la cogía innumerables veces del brazo para pasear. No supo de su bisnieta Daniela, aunque tocó con su mano la tripa donde se abrigaba. No supo de las idas y venidas de su nieto de Bilbao a Málaga y de Málaga a Bilbao. No supo de del fallecimiento de su marido. No supo ya nada más, pero nos dejó su recuerdo, contradictoriamente, nos dejó su recuerdo.

Paseo por las playas de Marbella, hundo los pies en el agua. Ella me quitó el miedo al mar, ella me venía a buscar a la guardería, ella hacía la mejor tortilla de patata del mundo, ella jugaba a la brisca como si la vida le fuera en ello, le gustaba tomar café en vaso de cristal, con un poco de azúcar.

Edurne, Nieves. Mi amama, mi abuela.


El lunes se celebró el Día Mundial del Alzheimer.

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